Cuando tuve que salir del verde y volver al cemento me debo haber sentido como un árbol arrancado de raíz y puesto sobre una roca un día de sol. En el vivero la gente seguía charlando y trabajando mientras yo debía volver a mi ciudad. En el medio, nada, antes y después, mi tierra.

Viví un día ideal en el Vivero Comunitario de Ciudad Universitaria, asistí para brindar un taller en base a lo estudiado durante estos años sobre frutales nativos del noreste argentino, pero también de Brasil (arazá negro, etc), algunos de Los Andes (tamarillo) e incluso otros amazónicos (chamba, biribá). Me asombró el estado de inquietud de la gente: todas personas curiosas, preguntando, aportando… y el lugar es fantástico, es el inverso del gris que lo rodea: cantos de aves, todo verde, viento entre los árboles, un relleno sanitario y basural que quedó en el pasado gracias al increíble trabajo que lo terminó convirtiendo en una ecoaldea y vivero cerca de la reserva natural.

Separé varios frutales nativos que había por ahí, la mayoría en perfecto estado -me alegró verlos bien-, entre charlas, mates, buena onda, gente que llegaba y música a la madre tierra que sensibilizaba el espíritu. El ambiente se puso “elevadísimo”, todo tenía que ver con todo y la sonrisa que tenían al llegar pronosticaba una tarde brillante. Cada nueva persona era una nota más en el aire, afinada.

 

Llevé 750 gr de ñangapirís rojos y negros o pitangas (eugenia uniflora), lo cual nos permitió conocer exactamente el sabor de las frutas, además vimos ramas con hojas, plantas, fotos de flores, etc., y hasta tomamos té de pitanga con stevia. Las frutas fueron cosechadas durante toda la semana anterior y refrigeradas en una heladera común a 4º C: llegaron en muy buen estado aunque se habían ablandado un poco… pero el sabor era casi como el de recién cosechadas del árbol. Por otro lado, les comenté que las pitangas que había probado en el jardín botánico no estaban ricas, así que no sé si aconsejar tomar semillas de esos árboles o no porque no sé si se trata de “malas” variedades o simplemente se debe a condiciones de cultivo. Sea como fuere logré que varias personas se llevaran semillas a su casa de una buena variedad para sembrar.

 

Había un chico que cultivaba pitangas en su casa y me comentó que sus frutas eran más grandes, también tenía araticú y otras cosas interesantes. Una mujer había probado la mermelada de jaboticaba en Misiones (recuerdo que tenía familiares), otra probó el fruto del Ingá y dijo que era exquisito, otra asistente me mostró foto de su primer fruta de guayaba tropical (que no tenía gusanos de la mosca de la fruta!), hasta había una chica que había conocido el Biribá en Colombia (o suponemos que era esa fruta), un señor (Enrique) conocía varias de estas frutales y aportó datos de dónde conseguir frutos en Capital Federal: sobre Las Heras en el Jardín Botánico hay una uvaia que yo no pude encontrar ayer. ¡Sería interesante acercarse para recolectar semillas! Hay guaviyús en frente de la embajada norteamericana, también hay en el Jardín Botánico Carlos Thays, en el Parque Saavedra (Vilela 3341)… y en el Jardín Botánico de Agronomía hay tres cerellas pero habría que pedir permiso ahora mismo para llevarse semillas.

Parte de las pitangas que llevé, foto tomada por una asistente, publicada en Facebook

Hablamos sobre cuatro eugenias, vimos ramas con hojas cortadas de mi jardín y fotos de otros detalles: uvaia (e. pyriformis), ñangapiré negro (e. repanda), cerella (e. involucrata), pitanga/ñangapirí (e. uniflora), vimos especies cercanas a estas como por ejemplo guaviyú, jaboticaba, ubajay y otras. Luego ahondamos en las guayabas y probamos jugos comprados en el Barrio Chino (eran bastante similares pero es más rica la fruta al natural o el helado de guayaba), vimos las diferencias entre las guayabas serranas y las tropicales, también conocimos las diferentes “guabirobas” o campomanesias: chamba, sete capotes, guabiroba. El perfume de la flor de sete capotes asombró a más de una.

Dejamos las mirtáceas para hablar de chirimoyas, araticú, biribá, aguaí, tamarillo y otras nativas raras de conseguir. De todos modos insté a los participantes a ir al Barrio Chino en 20 días porque tendrán guayaba tropical de 1/2 kilo y chirimoya, con lo cual pueden conseguir semillas para plantar.

Olvidé tocar dos especies importantes: pacurí (rheedia brasilensis) y fruta mantequilla de mani (bunchosia argentea), las cuales se supone que son de las más ricas de las nativas: la bunchosia realmente tiene sabor a mantecol (experiencia personal) y el pacurí he leído que es excelente.

Siento que lo más importante no fue lo que se habló sino la onda que se generó en el ambiente.

En el próximo encuentro quizá sería mejor hablar más de los frutales tropicales exóticos y raros (propongo fines de marzo) pienso llevar frutos y/o helados de otras nativas: uvaia, arazá negro, arazá rojo, arazá amarillo, quizá sete capotes, quizá guayabas tropicales… además tengo que reponer una cerella que se murió y cortar ramas de chachafruto para enraizar, que no es nada imposible. Todo esto requiere de mucha paciencia y de años de trabajo.

Si algún asistente lee este reporte, estaría bueno que publicara aquí en los comentarios fotos de sus pitangas brotadas dentro de unos meses, sería otra alegría enorme.

2 thoughts on “Taller de cultivo de frutales nativos del noreste argentino”

  1. Buenas, que buen lugar para visitar, estos informes dan ganas de asistir, increíble que ese lugar en algún momento fue un basural y ahora es algo tan lindo, la naturaleza agradecida con el o las personas que tuvieron la idea y la llevaron a cabo. Plantaron algún arbolito? vos ya habías estada ahí si no estoy errado (habia estado lloviendo), lo que habían plantado anteriormente como viste eso?
    Asi que en el barrio Chino mas que jugos no habia?
    Ojala esos asistentes estén en este momento probando con esas semillas y luego esten comentado por aqui.

  2. Buenas, gracias por tus palabras: está re bueno, sí, y hay varias actividades. La naturaleza se fue abriendo paso, la mayoría de los árboles ahí son espontáneos. No plantamos esta vuelta, y la anterior vez fueron llevados al proyecto “Un árbol para mi vereda” y plantados en la ciudad: mejor, en la ciudad es más difícil que exista la mosca de la fruta que los arruina.

    En el barrio chino no había frutos raros, habrá para el 15 de dic…. sí, ojalá que a alguien se le de por sembrar!!!

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