Pido disculpas a aquellos lectores desprevenidos que se han subscrito a este Blog pensando que se trataba solamente de un compendio de técnicas de cultivo vegetal, repito acá que en verdad ansiamos cultivar el espíritu humano -aunque a veces ni se note-.
El artículo de esta noche me servirá para no olvidar las palabras de mi hija mayor, no sé si tiene sentido divulgarlo, pero quizá compartiendo la emoción con otras personas se genere algo bueno.
Eran las 11 de la noche, el viento fresco comenzaba a calmarnos luego de un día veraniego mientras paseábamos por el centro. Las hermanitas se reían y jugaban, hacían monerías, eran muy felices, nos sentamos en un banco de madera y nuestra hija de cuatro años le dijo a su madre “cuando las dos seamos viejas, vos me vas a teñir el pelo a mí y yo a vos…” y después lanzó esta frase fulminante: “te abrazo fuerte porque no me quiero morir otro día”
Una vez más, alguna de nuestras hijas me enseñó algo, pero algo groso, profundo, aprendí algo que no sé bien qué es, quizá es que entendí ciertamente por qué existen las religiones, o por ahí pude percibir alguna otra verdad, o vivir el amor en su estado más puro.